por jaime cerón
Las zonas centrales
de las ciudades latinoamericanas pueden servir de evidencia de las trasformaciones
que han caracterizado sus usos sociales. El visible abandono de muchas de estas
zonas genera conflictos de orden social y económico, pero su origen parece
ser de tipo cultural. ¿Que tipo de representaciones culturales subyacen
el traslado de la “gente de bien” a otras áreas de estas
ciudades? ¿Como ésta traslación genera cambios en las percepciones
de los diferentes grupos humanos que configuran el tejido social que sustenta
estas ciudades?
En el caso de Bogotá,
a mediados del siglo XX, el asesinato de un líder político anuncio
un paulatino abandono del centro de la ciudad como lugar de vivienda para las
clases sociales hegemónicas. De esta forma se transformó radicalmente
el uso social del centro histórico y sus zonas aledañas que comenzarían
a albergar una actividad comercial de muy diversos renglones económicos.
El centro de Bogotá dejo de ser un lugar de habitación y se convirtió
paulatinamente en un sitio de tránsito.
Actualmente, más
de medio siglo después del inicio de este proceso, el centro histórico
es la sede de instituciones y organizaciones de carácter político,
educativo y cultural, mientras que sus zonas aledañas albergan un sin
número de espacios de comercio de servicios básicos, de un cierto
nivel de informalidad, como ferreterías, tiendas de abarrotes, talleres
de mecánica, almacenes de repuestos automotrices así como zonas
de reciclaje informal o de diversas ventas de comidas.
Adriana Torres realiza
collages fotográficos que parten de algunos de los ejes de circulación
de una economía que se mueve entre la informalidad y la formalidad y
que incluyen tanto áreas cercanas al centro histórico de la ciudad,
como zonas un tanto marginales. Aborda por ejemplo el entorno inmediato al Parque
del Tercer Milenio que durante mucho tiempo fue el lugar de encuentro y habitación
de un alto porcentaje de los indigentes de Bogotá, hasta que la administración
de la ciudad los fue desalojando paulatinamente para desplazarlos a otras áreas
de la ciudad.
En sus imágenes
aparecen sectores de Bogotá cuyo uso ha sido claramente modificado y
cuyo valor cultural por lo tanto ha sido resignificado. En ese sentido son áreas
en donde los soportes materiales de unos signos urbanos han sido la materia
prima para la “creación de nuevos signos”, en una directa
sintonía con lo que Levi Strauss denominó bricolage. La antropología
definía a través de este término la posibilidad humana
de generar una intervención sobre las condiciones materiales de lo real
que es precisamente lo que ocurre en estos ámbitos.
Adriana Torres relaciona
fragmentos fotográficos de los lugares hasta aquí referidos en
un principio de contraposición que enfatiza la existencia de diversas
lógicas de valoración de lo real. En el cruce de esa multiplicidad
de facetas y dimensiones imaginarias de Bogotá se evidencia la práctica
del collage en el trabajo de Adriana Torres.
Bogotá, septiembre
de 2006
JAIME CERON.
Maestro de Bellas Artes Universidad Nacional de Colombia.Teórico y curador
de arte en Colombia.